Las haciendas en México son un tipo de construcción que tiene características arquitectónicas muy singulares y que han tenido también un papel muy importante en el desarrollo de la historia y cultura del país.
Las haciendas por lo regular se encontraban muy bien decoradas con elementos artísticos como cerámicas, azulejos pintados a mano y otros detalles ornamentales que sumaban un toque de belleza y distinción, lo cual compone una de las imágenes más representativas de estas fincas.
Conoce más sobre estas construcciones arquitectónicas tan simbólicas e icónicas del país azteca.
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Origen de las haciendas mexicanas
Las haciendas en México tienen un interesante origen que se remonta a la época de la conquista y la colonización del territorio. Estas fincas jugaron un papel fundamental y trascendental en la economía y la sociedad de la Nueva España -nombre con el que se conocía a México durante el periodo del virreinato-.
Aunque su legado es un poco más complejo de lo que se conoce, estas fincas también tuvieron un papel muy importante en la formación de la historia y la identidad de los mexicanos.
Su distribución
Las haciendas por lo regular tienen una distribución espacial alrededor de un patio central de gran tamaño. Este patio a menudo servía como espacio de trabajo y reunión, así como un sitio para la vida cotidiana de las personas que vivían ahí.
Asimismo, el patio central era el corazón de la hacienda y podía llegar a estar rodeado de galerías o corredores que conectaban con varias áreas de la finca. Los corredores daban sombra y protección contra el clima, además de servir como áreas de almacenamiento.
Arcos y columnas funcionales y decorativas
La mayoría de las haciendas tienen arcos y columnas que rodean los patios centrales. Sus arcos de medio punto son comunes y añaden un elemento arquitectónico bastante distintivo, mientras que sus columnas podían estar talladas o tener detalles ornamentales.
Puertas, portones y fachadas grandes
Por su parte, los ingresos a las haciendas tienden a tener portones grandes y ornamentados que dan la bienvenida a los visitantes. Las fachadas exteriores también eran muy imponentes, y contaban con detalles arquitectónicos que reflejan la riqueza y el estatus de la finca.
Por otro lado, cabe mencionar que las haciendas a menudo se construían con materiales locales o de la región, como adobe, piedra y madera. Estos materiales se combinaban para crear estructuras sólidas y duraderas.
Además, los techos con tejas también eran una característica común en las haciendas. Estos techos de tejas -comúnmente de barro- no sólo son estéticamente agradables, sino que también son prácticos para proteger contra la lluvia y el sol.
Los patios como espacios de trabajo
Además del patio central, las haciendas a menudo contaban con imponentes patios de trabajo especializados, como patios de producción agrícola, patios de cría de animales y patios de secado para productos agrícolas.
A estos patios podemos sumar los jardines y áreas verdes de gran extensión, lo cuales proporcionaban un oasis de naturaleza en medio de aquellas grandes construcciones. Estos espacios eran usados para el cultivo de plantas ornamentales y alimenticias.
Las características arquitectónicas de las icónicas haciendas mexicanas no solamente reflejan la influencia virreinal de España, sino también la adaptación de las necesidades locales y las condiciones climáticas, por lo que se han convertido en una parte fundamental de la historia arquitectónica, social y cultural de México.